Rabat, la capital política y administrativa de Marruecos, combina de manera magistral el encanto de la tradición con la modernidad cosmopolita (Qué hacer en Rabat).
Iniciamos la jornada en la Kasbah de los Udayas, una fortaleza del siglo XII construida por los almohades. Pasear por sus calles encaladas de blanco y azul nos transporta a otro tiempo.
Desde la terraza del Café Maure, con vistas al río Bou Regreg y al océano Atlántico, se puede disfrutar de un delicioso té a la menta con pastas tradicionales.
Justo a la salida de la kasbah, encontramos los Jardines Andalusíes, creados por los franceses en el siglo XX, pero inspirados en el estilo andalusí clásico. Este espacio verde y sereno es ideal para caminar entre fuentes, palmeras y naranjos.
Uno de los lugares más simbólicos de Rabat es la Torre Hassan, un minarete inacabado del siglo XII que iba a formar parte de la mezquita más grande del mundo islámico occidental.
La entrada permite contemplar la exquisita arquitectura marroquí, con mármol blanco, techos de madera tallada y azulejos zellij.
Desde la Torre Hassan, recomendamos caminar por el paseo fluvial del Bou Regreg, un espacio moderno y limpio que conecta Rabat con la ciudad vecina de Salé.
Se pueden admirar los pequeños puertos, barcos tradicionales y cafés con terrazas ideales para tomar algo frente al agua.
Para el almuerzo, sugerimos dos experiencias distintas pero memorables:
Dar Rbatia: Un restaurante tradicional marroquí en una antigua casa del centro histórico. Ideal para probar tajines, harira y pastilla.
Le Dhow: Un barco-restaurante anclado en el Bou Regreg, con cocina fusión y vistas panorámicas de la medina.
Aunque más tranquila que otras medinas marroquíes, la medina de Rabat es perfecta para pasear sin agobios. Aquí encontramos puestos de especias, babuchas, cerámicas, tejidos y productos locales.
Continuamos hacia el Museo Mohammed VI, uno de los museos más importantes de arte moderno del norte de África.
Su colección abarca desde artistas marroquíes contemporáneos hasta exposiciones internacionales. La arquitectura del edificio, moderna y elegante, también merece mención especial.
Terminamos la tarde con un paseo por los barrios modernos de Agdal o Souissi, donde se concentran boutiques, cafeterías y librerías. Es el Rabat moderno y dinámico, muy distinto de la medina, pero igualmente encantador.
Si el clima lo permite, vale la pena dirigirse a la Playa de Rabat para ver el atardecer sobre el Atlántico. Es habitual ver a jóvenes jugando fútbol o haciendo surf, lo que le da un aire vibrante y auténtico al lugar.
Rabat en un día ofrece un equilibrio perfecto entre historia, cultura, mar y modernidad.
Su atmósfera tranquila pero vibrante, su riqueza arquitectónica y su excelente gastronomía hacen de esta capital una parada imprescindible en cualquier viaje a Marruecos.